Al ir a Uzbekistán vives una aventura de descubrimientos culturales e históricos, en medio de una belleza natural agreste y salvaje. La historia está viva y es mucho más intensa que en los museos. Las calles (los grandes testigos del esplendor antiguo), con las fachadas de piedra, los olores, las ropas, conectan con el romanticismo y la nostalgia oriental.
Uzbekistán es tierra de algodón y de huertas, de estepa ilimitada, de bazares y artesanos que repiten el mismo modelo de trabajo que sus antepasados.
La infraestructura turística moderna permite combinar la comodidad y la aventura. Todo es posible: montar a camello, pasar la tarde junto al fuego y la noche en una vivienda típica del desierto. ¿O prefieres escuchar un concierto folclórico?
Las regiones montañosas de Uzbekistán son uno de los paisajes más hermosos de Asia Central. En la excursión al Valle de Fergana sientes la armonía de la naturaleza, contenida por los picos de montaña. La realidad cotidiana desaparece mientras ves cumbres arboladas con nieve y los bosques se intercambian con los prados. La mente se apacigua. ¿Cómo no pensar en lo trascendental de la vida?
Si viajas al Valle de Fergana en verano, la nieve da paso a ríos torrentosos; la actividad turística puede incluir biking, trekking, rafting, canoeing, alpinismo, paseos a caballo y alojamiento en hoteles nuevos en las montañas.
Pero si planeas emprender el viaje a Uzbekistán en Semana Santa, aprovecha la primavera uzbeka para hacer el recorrido tradicional: Bukhara, Khiva y Samarkanda. Te despiertas temprano. El sol acaricia. Caminas hasta madrasas y mezquitas. Te pierdes en bazares. Llegas hasta donde comienza el desierto. Lo sientes. Lo hueles. ¿Te adentras?
Hay mucho más: los sabores de la cocina típica, los rituales para tomar el té y una tradición hospitalaria que te hace sentir como en casa. El viaje a Uzbekistán puede durar pocos días, pero se guarda para toda la vida.
¡Descubre la tierra más vieja de Asia Central! 25 siglos de historia te harán caer en su hechizo.